2 mar 2012

La crisis y las alternativas a los recortes sociales


¿Cómo hemos llegado hasta aquí y que podemos hacer? Estas son las preguntas que muchos se hacen y sobre las que voy a dar algunas pistas para su respuesta

Hace 40 años, una crisis mundial puso al mundo, como ahora, “patas arriba”. No, no me estoy refiriendo a la crisis de 1929, sino a la que puso fin en 1971 al orden mundial capitalista creado después de la II Guerra Mundial. Crisis que parece olvidada, de la que pocos hablan, en la que se anunciaba, como ahora, el fin del capitalismo, pero que en realidad puso los cimientos para una larga etapa de acumulación de capital en manos de grandes empresas y bancos que tendrían como estrategia desde entonces rebasar las fronteras nacionales para implantarse en todo el mundo. El parto de aquella crisis duró más de 10 años, pero a mitad de los ochenta del siglo pasado ya estaban puestos los andamios del nuevo orden capitalista que ha regido nuestras vidas desde entonces.

La estrategia del nuevo orden mundial auspiciado por EEUU y el Reino Unido para salir de la crisis de los setenta se centró en derribar barreras a los flujos comerciales y financieros internacionales y reducir, de hecho, el poder coercitivo de los Estados frente a los agentes del mercado, animando a cada país, a cada región, a cada municipio a realizar reformas que mejorasen las condiciones para competir en mercados cada vez más abiertos y, por tanto, haciendo difícil una gestión económica por los gobiernos que no fuera, precisamente, la de ayudar a las empresas a competir: la competitividad ha sido la bandera del nuevo patriotismo. ¿Recuerdan eso de que no sólo compiten empresas, sino países, ciudades y territorios?: pues esa fue la receta a la que todos nos plegamos desde entonces.

Esta estrategia había logrado su éxito a mitad de los años noventa a nivel mundial, al tiempo que en Europa se iniciaba la globalización interna con un mercado y una moneda común, con mucho margen para la competencia fiscal y laboral entre países y con un Presupuesto Común insuficiente para hacer frente a los estragos que la competencia podría hacer en las regiones perdedoras.

Desde los años noventa, lo que hicimos o dejamos de hacer en Alicante o en otras partes de España estuvo, y está, muy condicionado por las reglas de juego de la economía mundial y de la Unión Europea que regían y rigen también para los agentes de cada lugar. Con todo, la especialización y cultura empresarial y política de cada territorio puede explicar el desigual resultado que hemos tenido los participantes en este juego de la competitividad urbi et orbe. Pero si los gobiernos están atrapados por las decisiones que toman los inversores, empresarios y consumidores de otros países, mucho más las decisiones que se toman en el ámbito regional o local. O nos salvamos todos o nos espera una nueva ronda de países en crisis, aunque algunos puedan ir mejor a corto plazo a costa de que otros vayan peor.


Primera idea que quiero resaltar

Cuando un país tiene un déficit comercial (compra más bienes y servicios que vende) hay necesariamente otro país en posición contraria: no podemos ser todos a la vez exportadores netos. Pues bien, desde principios de los años noventa, la liberalización internacional ha provocado en un centenar de países déficit comerciales muy superiores a su propio crecimiento económico durante varios años seguidos.

Déficit comerciales tan elevados y persistentes en el tiempo acababan con episodios bruscos de recesión, devaluación de las monedas y suspensión de pagos, en definitiva, empobrecimiento, que a menudo arrastraba también a algunos países acreedores y exportadores. Así pues, no estamos solos en la desgracia, antes que en Grecia o que en España, otros cien países pasaron por lo que estamos pasando nosotros.

En otras palabras, todo el crecimiento económico de muchos países –también el nuestro- se sustentaba en la compra de bienes y servicios del exterior que no podían pagarse íntegramente con las exportaciones, teniendo que acudir a préstamos internacionales: así estaban EEUU, Islandia o la periferia europea desde 2001.

Los inversores financiaban a empresas, bancos y gobiernos para cubrir el exceso de la demanda interna sobre la producción, retrasando esa entrada de capital la devaluación de las monedas y alargándose las etapas de expansión. En el caso de España, desde 1997, de cada 100 € de producción hemos necesitado importar de 25 a 30 € mientras que exportamos de 20 a 25. Si salían más euros que entraban por ese comercio de bienes y servicios, la diferencia se ha ido cubriendo con dinero que procedía del exterior y que se prestaba a las grandes empresas para su expansión y a los bancos para que estos atendieran a sus clientes.

¿Como ha sido tan fácil esa financiación internacional tantos años seguidos?: una enorme cantidad de dinero concentrado en fondos de inversión, los paraísos fiscales, la ingeniería financiera y las facilidades para deslocalizar la producción han permitido un flujo de dinero especulativo que ha alargado y hecho más intensos los años del “boom” y más dramática y brusca la caída en muchos países. Si en 1980 el dinero que cruzaba las fronteras por razones financieras era 3 veces superior al que lo hacía por razones comerciales, hoy la relación es de 9 a 1. En el caso de los países del Euro, además, la fortaleza de la moneda redujo el temor a prestar a países que no pueden pagar sus importaciones con sus exportaciones _entre ellos el nuestro- pues, si se producía insolvencia, las deudas se pagarían en euros o se suponía que no se dejaría quebrar a ningún país.

El corolario es fácil: Cuanto más te presto y más necesitas que te preste, más probabilidad hay de que suspendas pagos y me lo cobre con tu patrimonio (privatizaciones en el caso de deuda pública y absorción en el caso de las empresas privadas) o exigiendo facilidades para mi negocios futuros en el país (los programas de ajuste impuestos por el FMI, el BCE y los acreedores). Además, en un mundo tan liberalizado, la crisis de deuda en cualquier país se expande como la pólvora a otros países. Vivir la euforia del “boom” financiado con dinero internacional “caliente” ha sido una bomba de relojería que ha acabado por afectar al corazón del sistema (EEUU-UE)

Que eso ha ocurrido en España es muy evidente. En el año 1998 la deuda externa era del 20% del PIB, para 2008 la deuda externa era ya del 100% PIB (ojo, el 90% privada) a lo que había que añadir un 70% del PIB en depósitos bancarios y títulos bursátiles en manos de no residentes (dinero que puede salir de España en un abrir y cerrar de ojos). Incluso en los años de crisis – pese a que hemos reducido el consumo y la inversión- hemos seguido comprando y pagando intereses al exterior más de lo que les vendemos, necesitando como media anual desde 2009 un 5% del PIB para pagar esa diferencia; en otras palabras, o nos apretamos el cinturón para pagar o nos tienen que seguir prestando. No tiene nada que ver estar endeudados cuando seguimos necesitando la financiación internacional para pagar importaciones, que tener deuda con superávit comercial.


Pues bien, desde 2009, el sector privado ya no encuentra financiación internacional y tiene que hacer frente a sus compromisos de pago, mientras el sector público cubre cada vez una mayor parte de su emisiones de deuda con inversores extranjeros, que disponen de más del 40% de la deuda pública, comprada en mercados especulativos a elevados tipos de interés. Y como no tenemos autonomía monetaria, estamos al albur de la liquidez que quiera dar el BCE a los bancos españoles, que la utilizan para sanear sus cuentas y la de las grandes empresas, endeudados, como están, con bancos de los países exportadores, sin que fluya el dinero a las pymes y a las familias.


Paralelamente, la deslocalización de empresas ha llevado a que la inversión española en el exterior en los últimos años sea un 80% superior a la inversión extranjera en España. La paradoja de deuda externa creciente y salida de ahorro nacional hacia otros países para invertir en ellos es la principal amenaza a la creación de empleo a medio plazo en España.


PRIMERA CONCLUSION: Hay que reducir la inestabilidad y la inseguridad que generan los mercados internacionales, poniendo barreras a los flujos financieros especulativos y a los procesos de deslocalización hacia países que actúan como plataformas de exportación y que practican el dumping social, ambiental y fiscal. Algunas propuestas como la prohibición de operar con paraísos fiscales y prohibir o poner tasas a las operaciones especulativas son más eficaces a nivel mundial, pero es posible tomarlas a nivel europeo e incluso por un solo país, como España.

SEGUNDA CONCLUSION: Un territorio importador que no puede emitir moneda y devaluar (como España), que está en una Unión Europea con una política monetaria favorable a los países exportadores (como Alemania) necesita un banco central y un tesoro comunitario para financiar su déficit comercial (la solidaridad intraeuropea no puede quedarse en el 1% del PIB de la UE).

Modificar el estatuto del BCE y tener un presupuesto federal exigiría un nuevo Tratado de la Unión, lo que va de largo, pero es posible utilizar artilugios legales mientras tanto como la “barra libre de liquidez” del BCE o el “fondo europeo de rescate” de la UME y, desde luego, reducir el ritmo de reducción del déficit público exigido a los países miembros. Aunque me temo que la avaricia de los especuladores y la locura de Merkel hayan contagiado a toda Europa y nos conduzca a la quiebra colectiva, haciendo inevitable la condonación parcial de la deuda.

Es cierto que salir del euro sería una catástrofe social y económica y que hay que apurar todas las vías para construir otra Europa más solidaria y democrática. Pero si no nos dan más futuro que el de Grecia, salir del euro tendrá que dejar de ser un tema “tabú”, pues una vez empobrecidos, al menos recuperaríamos instrumentos de política económica hoy en manos de Bruselas con los que iniciar un nuevo proyecto colectivo.


SEGUNDA IDEA: muchos países que necesitan financiación internacional (Como España) han despilfarrado ahorro en actividades especulativas y sobredimensionadas, cuando no corruptas, provocando burbujas que al estallar han paralizado la economía.


En España, la Ley del Suelo de Aznar, la Ley Reguladora de Actividades Urbanísticas de Zaplana (que fue el principal maestro para las demás CC.AA) y las prácticas bancarias para facilitar la financiación (muchas veces “temerarias” como hemos sabido por lo ocurrido en la CAM, Bancaza o el Banco de Valencia) desviaron la mayor parte del crédito hacia la construcción, mientras la base industrial se iba quedando pequeña. El precio del suelo se multiplicó por diez y el precio de los pisos pasó de una media de 3 años de salario medio a 8 años de salario.


La deuda de familias y empresas en España que era del 130% del PIB el año 2000 ya alcanzaba el 310% el 2009. Casas a pagar en 30 años con más de la mitad del sueldo comprometido, compra de suelo sin urbanizar con préstamos al 100% del valor del suelo ya urbanizado y obras faraónicas fue la crónica desde 1998. Y aquí quedarán restos para los arqueólogos, como los aeropuertos sin aviones


Lo cierto es que mucho talento, mucho dinero y muchos trabajadores pasaron al sector de la construcción y su industria auxiliar, a las finanzas y al comercio (comercio que cada vez vendía más cosas de fuera, pues la base industrial española era insuficiente para atender el “boom” y no se diversificada). La fiesta fue tan grande que tuvimos que llamar a 4 millones de inmigrantes para que nos ayudaran a producir “ladrillo”.


Corporaciones locales, entidades financieras, propietarios de suelo y promotores se “liaron la manta a la cabeza” y tenían 1.000.000 de casas sin vender y otro millón previsto en suelo reservado cuando explotó la crisis. ¿Nos habíamos vuelto locos todos? La quiebra del motor de la economía (la construcción) se llevó por delante todos los sectores de actividad y afectó a todos los territorios y a las finanzas públicas (es verdad que a unas más y a otras menos). El País Valenciano y Alicante están entre los que más.
La banca autóctona (CAM, Bancaja y Banco de Valencia) la hemos perdido, tenemos una tasa de paro del 26%, una emigración creciente, unos salarios medios que bajan y se distancian cada vez más de los del País Vasco o Madrid y una economía sumergida que es como un cáncer. Y sin el auxilio del gobierno central es imposible que se puedan saldar las deudas de la Generalitat Valenciana y algunos ayuntamientos.


Y esto me lleva a la TERCERA CONCLUSION: cuando no existen barreras internacionales al comercio y las finanzas, cuando se necesita ahorro internacional y no podemos devaluar, entonces no se puede despilfarrar ni un solo euro del ahorro que nos dejan del exterior, justo lo contrario que hemos hecho (lo que despilfarremos de lo nuestro y lo que nos debamos unos a otros queda en casa, y lo podemos arreglar entre nosotros), pero necesitar financiación externa y despilfarrarla es una temeridad y “causus beli” si no se paga. Nunca, nunca más, debemos volver a hacer lo que hemos hecho.


LA TERCERA Y ULTIMA IDEA ¿qué hacemos cuando familias, empresas y bancos están endeudados hasta las cejas por haber invertido en lugar equivocado, el gobierno no paga por haber despilfarrado y la UE nos conduce camino del abismo? Ahí van dos estrategias extremas que dejo para la discusión.

PLAN A: EL QUE SIGUE EL GOBIERNO Y APLAUDE LA UE
Sanear las cuentas de las empresas y los bancos y volver a acumular capital para financiar un modelo productivo más competitivo (o sea, más exportador) transfiriendo renta a las empresas con el ahorro en gasto social y la reducción de salarios (Recortes, apretarse el cinturón y desempleo). Pero si los salarios en España han pasado del 54% del PIB al 50% del 2010 al 2012 mientras que en Europa están en el 60% del PIB, siendo nuestro coste/hora un 28% inferior al de Alemania y eso que allí también han reducido los sueldos, y si el gasto social está en el 19% del PIB mientras que en la UME está en el 29%, ¿bajar aún más los salarios?, ¿aumentar más la tasa de beneficios?, ¿reducir aún más el gasto social?.

Esta propuesta a la que nos invitan desde Alemania o Francia sólo se entiende si se pretende deslocalizar empresas de esos países o bajar sus salarios para convertir la UE en plataforma de exportación hacia los países emergentes, y está condicionada a que lo que se pierda en consumo interno se gane en exportación y, por lo tanto, a que no hagan todos los países lo mismo, pues para que algún país pueda vender más que lo que compra, algún otro tendrá que hacer lo contrario. Convertirnos todos en una nueva China, es no solo indeseable sino imposible y, por lo tanto, un engaño.

PLAN B: EL QUE SE INSPIRA EN LA IZQUIERDA MINORITARIA EN EL PARLAMENTO EUROPEO Y LOS PARLAMENTOS NACIONALES Y, DESDE LUEGO, EN LA VOZ DE LOS QUE GRITAN “QUE PAGUEN LOS RICOS”
Sanear las cuentas de las empresas y bancos y volver a acumular capital - PERO para cambiar a un modelo productivo que eleve la productividad y que sea sostenible, justo y menos dependiente del exterior FINANCIANDOLO CON EL PATRIMONIO Y LAS RENTAS DE LOS QUE MAS SE HAN BENEFICIADO DE LA ETAPA DEL BOOM (ESTA ES LA GRAN DIFERENCIA).
Aquí va una batería de propuestas genéricas que se debe de incorporar a la agenda política de los gobiernos en España


1. Subir impuestos al patrimonio, a la banca, al gasto suntuario, a las rentas del capital y desde luego, reducir el fraude fiscal y el despilfarro público ¿Se han detenido a pensar que en España el fraude a Hacienda supera los 45.000 millones de € (el 70% por las grandes empresas y las grandes fortunas), el fraude a la Seguridad Social los 15.000 millones de € (el 70% por las pymes) o que el impuesto de sociedades está tan lleno de bonificaciones y exenciones fiscales que muchas empresas pagan por sus beneficios menos del 15% cuando el tipo legal está en el 30%?. La paradoja de tanto fraude y ayuda fiscal es que hay una deuda pendiente de la Administración con facturas “en el cajón” por unos 50.000 millones que se deben a empresarios y autónomos.

Que nadie se asuste, esta “mordida fiscal” que podría transferir un 20% o un 30% del gasto privado de los ricos al gasto social o a la inversión pública es mucho menor que el esfuerzo patriótico que exigieron Alemania y EEUU a sus ricos para financiar la guerra fría en los cincuenta, y no se rasgaron las vestiduras.

2. Incentivar un modelo productivo más endógeno, reduciendo la dependencia energética, tecnológica y de las grandes cadenas comerciales y reforzando la base industrial. ¿Se imaginan todo el dinero gastado en eventos, edificios faraónicos, terceras residencias, mansiones palaciegas, coches de lujo, urbanizaciones fantasmas, edificios comerciales y bancarios si se hubiera invertido en investigación y desarrollo tecnológico, en energías alternativas y nuevos materiales, en procesos productivos más ecológicos, en infraestructuras logísticas, salud, educación o trenes de cercanías? ¡otro gallo nos cantaría!


Se trata de apostar por un cambio en el modelo productivo y de consumo y por la sustitución de gasto privado superfluo por gasto público necesario y, por tanto, por la búsqueda de fuentes de financiación para la reconversión del modelo actual. Si el sector privado no responde, tendrá que ser sustituido por la inversión y la banca pública.

3. Darle una solución al stock de viviendas bajando precios y orientándola hacia la vivienda social y en alquiler (aunque pierdan patrimonio sus propietarios). Y para que nunca más vuelva a ocurrir, son urgentes cambios en la ley del suelo, en el mercado de la vivienda y en las prácticas bancarias y, desde luego una moratoria a los desahucios (es totalmente inhumano, negativo para la economía e inocuo para los bancos, pues la morosidad de las familias es solo del 2%)

4. Y esto queda para las empresas: repartir trabajo, reducir el abanico salarial y los márgenes de beneficio antes que bajar salarios de miseria y aumentar la precariedad (El 43,5% de los asalariados perciben el 13,3% de la masa salarial frente al 7% que percibe el 25%). Y Si las empresas necesitan acumular capital para financiar su modernización y el incremento de la productividad, lo honesto es que el sacrificio salarial se acompañe con la contención de los precios y se compense con mejoras en las condiciones de trabajo y de los derechos de los trabajadores (entre estos, el de la cogestión de las empresas privadas). Que nadie se asuste, ya existe en Alemania

Una última reflexión

¿Qué se opone a todas estas propuestas que no cuestionan los fundamentos del capitalismo?: No soy ingenuo, muchas cosas desde luego, pero entre ellas, la principal, a mi juicio, es el miedo que tenemos a sufrir una crisis mayor porque los ricos se puedan enfadar y sacar sus ahorros de España o cerrar sus empresas. No lo niego (ya lo hacen algunos) y claro que se cabrearán (como están cabreados los ciudadanos que salen a diario a manifestarse) pero podríamos repartir mejor el ajuste y ver la luz al final del túnel ¿o es más valioso el disgusto del empresario que el del asalariado? Y si las grandes fortunas o los empresarios se obstinan en el boicot, pues habrá que incautar su patrimonio empresarial (es de ley). Está en manos de nuestros votos y de nuestra rebeldía que la realidad se acerque al plan A o al plan B.


Clemente Hernández, miembro del Comité de Coordinación y del Comité Científico de ATTAC-Alacant
Texto de la charla en el Club Información y en Aspe

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